jueves, 4 de octubre de 2012

La primera noche del alma II

De entre un estallido de luz, cayó al suelo, sin aliento, mareado y asustado, un ejercito de arboles secos y raquíticos se alzaba a su alrededor y una espesa bruma le impedía ver más allá de los arboles más cercanos, recuperando poco a poco el sentido de la realidad, sabia que tenía que ordenar sus ideas, concentrarse para saber donde estaba y que había pasado.


Primero observo la luz, por lo poco que veía, debía estar amaneciendo, miró el suelo, era pedregoso y con apenas hierbajos, y un olor a sal inundaba el ambiente, rápidamente irrumpió en su mente la respuesta: ¡¿Estoy en casa?! Reconoció al instante aquellos arboles y aquel suelo, era el bosque cercano a su pueblo, todo era tan claro, que podía correr en la dirección correcta incluso con los ojos cerrados, decidió una dirección y empezó a correr. Con la mirada fija al frente y un sentimiento creciendo en su interior de alivio, cuando: Para.

Desorientado tropezó, rodando hacia delante notó las piedras tambalearse y el suelo cedió.

Vio el mar, oscuro levantar las olas hacia él, todo se ralentizaba, asustaba, vio las rocas sonriendo las nubes mirando y al mar clamando victoria, cuando miró y vio una riza que sobresalía a través de la pared rocosa, a 15 metros de él las rocas señalaban el cielo con sus afiladas puntas y el mar aullaba de rabia por no conseguir cobrarse su vida, este, confundido y mareado, ya no sabia si aquello era real o un sueño.

Débil y agotado trepó por la raíz hasta conseguir tras mucho esfuerzo llegar a tierra firme, se echó sobre las piedras, cansado, dándose al arrullo del viento y a la suave caricia del sol, cerrando los ojos cayó sobre él todo el peso de este ultimo día donde el destino decidió jugar con él.


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